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«Luchar contra el imperialismo dondequiera que esté » Che.

No existe, no hay en el mundo un solo lugar donde las relaciones sociales de producción capitalista no se hayan desarrollado. Este sistema tiene la particularidad de ser, a diferencia de otros modos de producción que lo precedieron, un modo de producción que se impone a escala planetaria.
Durante el siglo XX el capitalismo adquirió su carácter imperialista y el mundo se fue reordenando de acuerdo a los intereses de cada potencia. Al abrirse esta fase de concentración de capitales y de dominio de territorios se agudizan las disputas interburguesas e interimperialistas y la guerra se vuelve moneda corriente. Solamente el movimiento revolucionario nacido al calor de la revolución Rusa pone límites a este avance y obliga al enemigo de la humanidad a cerrar filas contra el avance internacional de movimiento revolucionario comunista.
Solamente en los períodos en los que crece la lucha de los pueblos, en los que crece la resistencia y la acción revolucionaria, el imperialismo se ve obligado a dejar de lado sus luchas intestinas y actúa unificado para aplastar la resistencia obrera y popular en cualquier parte del mundo.
El momento actual que pretendemos entender se caracteriza por un retroceso de esas fuerzas. El imperialismo se mueve a sus anchas, porque sin duda no existe, todavía no se ha logrado organizar un movimiento capaz de enfrentarlo en todos los terrenos.
Los rasgos fundamentales que definen a esta fase superior del capitalismo fueron claramente descritos por Lenin, en su libro / folleto de divulgación “El Imperialismo, fase superior del capitalismo”, en el que además, sentencia que “el sistema capitalista ha entrado en franca descomposición”.
En el período de estos más de 100 años, muchos seudointelectuales, han intentado plantear que Lenin había equivocado su análisis y que, los rasgos característicos del imperio no eran tales y por lo tanto su descomposición tampoco. Pero lo cierto es que durante este siglo, esa descomposición se ha hecho más evidente y las consecuencias que padecen los desposeídos del mundo son la muestra patente de la misma. Lejos ha quedado la ilusoria idea de concretar la humanización del capitalismo y más aún, la posibilidad de introducir reformas que aminoren el daño que causa el permanente enfrentamiento que por mantener su poderío desata el imperialismo.
Encontramos la reafirmación de esto en aquellas palabras pronunciadas por el comandante che Guevara

» … por que es la naturaleza del imperialismo la que bestializa a los hombres, la que la convierte en fieras sedientas de sangre, que están dispuestas a degollar, asesinar, a destruir hasta la última imagen de un revolucionario, de un partidario de un régimen que haya caído bajo su bota o que luche por su libertad… Y recordemos siempre, que no se puede confiar en el imperialismo pero ni tantito así, nada. … ”

Es su naturaleza bestializar, embrutecer, someter, expoliar, explotar, hambrear. Cada vez que se deben de acomodar las piezas en el tablero del mundo recurren a la guerra, no ya de forma velada sino abiertamente, para reconfigurar el mapa donde operar, ya sea para obtener nuevos mercados, extraer recursos naturales y materia prima o mano de obra barata.
Se han diseñado diferentes formas de establecer el sometimiento, una a través de la dependencia económica y el endeudamiento, para ello cuentan con el FMI, el BM y otros organismos de crédito como les gusta llamar a sus buitres carroñeros; y la otra sus fuerzas militares, fundamentalmente por medio de la OTAN, que por supuesto para nada tiene acotado su campo de acción al Atlántico Norte. Más bien que extendió su sigla a todos los puntos cardinales y todos los océanos del planeta.
Por eso para nosotros esta afirmación de Lenin se ajusta claramente a como opera el imperialismo desde hace 100 años a esta parte:

“En el mundo real capitalista, y no en la banal fantasía pequeñoburguesa de los curas ingleses o del “marxista” alemán Kautsky, las alianzas “interimperialistas” o “ultraimperialistas”- sea cual sea su forma: una coalición imperialista contra otra o una alianza general de todas las potencias imperialistas – solo pueden ser inevitablemente “treguas” entre las guerras. Las alianzas pacíficas nacen de las guerras y a la vez preparan nuevas guerras, condicionándose mutuamente, engendrando una sucesión de formas de lucha pacífica y no pacífica sobre una sola y misma base de lazos imperialistas y relaciones recíprocas entre la economía y la política mundiales”.

Lenin, “El imperialismo, fase superior del capitalismo.”

 

Una sentencia más del jefe político de la Revolución Rusa. Lo que nos da como resultado una constante: la guerra.
Hoy se presenta un escenario donde la crisis capitalista mundial obliga a las potencias imperialistas y fundamentalmente a EE.UU. a revalidar su poderío de “gendarme del mundo” (posición que asumió después de la segunda guerra mundial y que reafirmó luego de la caída de la URSS con la consecuente restauración capitalista).
Las crisis del capitalismo no son una novedad, pero sin duda el período actual se caracteriza por la vertiginosidad con la que estallan y la poca capacidad de resolución que el sistema tiene para reacomodarse.
Estamos frente a un panorama de estancamiento prolongado del capitalismo producto de la sobreacumulación de capital. Existe un exceso de capitales incapaces de valorizarse en la esfera productiva porque ya hay un sobrante de capacidad instalada para satisfacer la demanda solvente. Cualquier mayor inversión lo único que hace es desplomar aún más la tasa de ganancias. He aquí la madre de todas las disputas: crisis y guerras, por este medio se destruyen fuerzas productivas y se transforma en el mecanismo esencial para su supervivencia.

En el corazón del imperio, es decir en EE.UU. nació la crisis estructural que se arrastra desde el 2008 y que hoy se profundiza y agudiza en el planeta todo.

Estados Unidos ha logrado en estos 70 años de supremacía mundial absoluta, erigirse como el imperio más poderoso, e imponer las condiciones. Y es el que determina quienes van a pagar la crisis con sus planes de salvataje, realizando e imponiendo el ajuste más descarado a costa del hambre y miseria de los pueblos del mundo, además ha determinado que será Europa la que se deberá arrastrar y someter a los pies de sus condiciones. Llevar la guerra a sus territorios y condicionar política, económica y militarmente al viejo continente es parte de lo que deberán entregar para salvar al gendarme del mundo de su propia crisis. Esto es ya una determinación clara que padecerán millones de europeos, fundamentalmente su pueblo y los trabajadores, que hoy ya sufren las consecuencias de la inflación, la falta de energía, el encarecimiento del combustible, la desocupación y hasta se pronostica para estos pueblos un invierno crudo y miserable con hambruna de por medio.
Mientras tanto Ucrania se ha convertido en el teatro de operaciones de una guerra que pretende extender las fronteras militares que condicionen a Rusia, porque no hay espacio para que la ex URSS se siente en la mesa de los elegidos por el amo yanqui y eso también ya está determinado.
La pandemia de covid-19 evidenció una relativa debilidad de EE.UU. respecto de su tradicional posición hegemónica. Se ha producido el ascenso de China como jugador de las primeras ligas, a tal punto que hoy por hoy, debe ser considerada como la industria del mundo. Y si bien en términos militares, ningún país del mundo posee el poderío de Estados Unidos, de a poco se le va arrimando China.
Así las cosas, para el imperio es fundamental sostener su dominio. Eso significa establecer claramente una determinación más, la de que “América es para los Americanos.”
Es decir, que le quede bien clarito a China y Rusia que el patio trasero es exclusivamente de uso yanqui. Por lo tanto, refuerzan el dominio territorial en América Latina alineando a cada cipayo de turno para que apliquen los ajustes económicos que garanticen el pago de la deuda externa y la entrega incondicional de los recursos naturales. Lo que se avecina es desolador, la barbarie está en marcha.

Estamos frente a una situación que nos empuja a establecer con total claridad, que dado el grado de desarrollo del capitalismo a nivel mundial, no es posible un desarrollo capitalista independiente y por ende es ilusorio plantearse romper con la dependencia, sino es retomando la lucha antiimperialista, anticapitalista y por el socialismo, la que nos legó el “Che” y los compañeros combatientes de las organizaciones revolucionarias de nuestra América Latina. Es fundamental romper con la colonización ideológica que mantiene las conciencias adormecidas. No hay salida posible para los pueblos oprimidos dentro del sistema capitalista en esta fase imperialista, ni margen de conciliación con el enemigo de la humanidad. Es hora de emprender una lucha decidida y frontal contra los opresores, explotadores y sus personeros. Es la hora de organizar a la vanguardia capaz de dirigir a la clase obrera y el pueblo a enfrentar en todos los terrenos al enemigo de clase.