Pepe Mujica pertenece al Frente Amplio en la versión más dañina: la que se pone al servicio del Imperialismo con un servilismo tan repugnante que tiene que mostrarse como un campechano hombre de campo que hace de su defección de la lucha popular un motivo de ostentación. Es decir, se vuelve un cínico que exhibe su condición de renegado haciendo de su defecto virtud.
Sabido es que su servidumbre imperialista lo lleva a justificar la actitud siempre despreciativa del Mercosur oponiéndole lo razonable de pertenecer al ALCA.
Claro está que no somos nosotros precisamente los partidarios de una entente de la gran burguesía que pretende discutirle una porción de mercado al Imperialismo, o, también, optimizar el mercado regional para beneficio de las mismas corporaciones yanquis que, por más regionalista y latinoamericano que se muestre el Mercosur, también se benefician. La dependencia, con ALCA o sin ALCA, con Mercosur o sin Mercosur, está asegurada.
Pero no es un detalle menor preferir la más agresiva, reaccionaria y descarada contrata de vasallaje.
Muestra el descaro del cipayismo como si fuera honra.
No sólo esto ha traído el Frente amplio. Se pueden citar miles de leyes, decretos, resoluciones y aquiescencia con la derecha más recalcitrante.
En la línea de ilustres renegados de su pasado Tupamaro que lo acompañan -como Eleuterio Fernández Huidobro, su ayer guerrillero y hoy nada menos que Ministro de Defensa- el Pepe es un abanderado.
Cuando estas circunstancias se dan, personalmente un individuo tiene dos caminos: 1) asciende al Olimpo de las clases altas adoptando solemnidades, circunspección y “don de gente”; 2) se desbarranca en la lumpenización degradante hasta en el lenguaje y las actitudes.
Esto es lo que vemos en Mujica y es lo que resulta repulsivo. Cuando un individuo, en el lugar de la palabra fundada, el contenido racional de sus planteos y la forma adecuada que debe contener toda idea fuerza, pone la bajeza de la descalificación hasta por las referencias corporales o etarias (tuerto, vieja, baboso, etc.) por supuesto que no se puede festejar como una expresión popular de lo que muchos pensamos.
Los revolucionarios somos más que respetuosos de nuestras concepciones como para rebajarlas con agua de charco verbal. Como decía Lenin, es deber de todo buen marxista presentar ideas ordenadas y si es posible, escritas; eso obliga a ser profundos y cuidadosos.
Y esto vale dentro de nuestra organización tanto como cuando lo hacemos público.
No somos los manieristas del lenguaje, no nos asustamos de malas palabras porque más de una vez encontramos en una de ellas la más precisa caracterización, imposible de hacer sin hacer uso de una de esas malas palabras. El Petiso Ulla cayendo fusilado en Trelew y gritando “HIJOS DE PUTA” a sus asesinos, hizo la calificación popular más precisa que resiste cualquier exigencia de forma.
Cuando uno toma distancia de Mujica con este tipo de ejemplo, se aproxima cada vez más a la comprensión de que es un individuo degenerado políticamente (como su Movimiento) degradado personalmente a niveles tales que no puede levantar un poco siquiera su expresión. Digamos, de campechano a grotesco de lo popular.
Porque las descalificaciones a Cristina y su marido no están ni cerca de la puteada del Héroe de Telew que citamos, ni de los intereses populares. Está cerca sí, de la oligarquía, cuando haciéndose los plebeyos pedían “maten a la yegua”.
Sería un error muy grande que descendamos a los niveles de este cipayo yéndose de lengua en un entredicho con la gobernante de Argentina, a la cual tenemos muchos más duros, científicos y precisos señalamientos que hacerle. Por pícaro que parezca un renegado, no nos causa ninguna gracia. Sería denigrarnos.