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CORTAR POR LO…ZANO: VOTAR A CAPRILES JUNTO CON BINNER.

Cada dos por tres se muestra la verdadera cara del progresismo y la abierta exposición de sus paños menores: Binner primero dijo que votaría a Capriles y luego Lozano (coequiper) lo rubrica con una defensa de ese pronunciamiento sentenciando que “si rompiéramos con Binner por votar a Capriles seríamos una secta trotskista”.

No es nada extraño. Quien mire la historia de la socialdemocracia sabrá muy bien que fueron tropas paramilitares del Presidente Friedrich Ebert, uno de los jefes del Partido Socialdemócrata, las que asesinaron por su orden y entre tantos, a los revolucionarios Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo.

Hoy la “Fundación Friedrich Ebert” tiene en la Provincia de Santa Fe un amplio campo de acción por convenios con el Gobierno de la Provincia y a partir de la gobernación de Binner el nombre del criminal alemán se presenta incluso en emprendimientos tales como el Gabinete Joven, una engaña pichanga de participación juvenil para la integración juvenil a los planes del establishment.

Cuando Lozano habla, se refiere al mismo Binner que también había declarado que “las muertes en Venezuela son consecuencia de estos gobiernos populistas”, no de la derecha. El calificativo “populista” es aplicado por los Binner a quienes, como Lozano, defienden la “redistribución de los ingresos” y apoyan, como lo hace Lozano, no a Capriles sino a Nicolás Maduro. Lozano no rompería con Binner a pesar de todas las evidencias de que las posiciones oficiales de ambos parecen irreconciliables. El apoyo de Binner a la derecha proyanqui en Venezuela no es, sin embargo, un capricho del médico santafesino: es la política oficial de la Internacional Socialista, el brazo de izquierda de la OTAN. Lozano no ignora esto; entonces ¿qué los une?

Es evidente que Lozano recurre con sentido de epíteto a la expresión ‘sectas trotskistas’ para evitar una explicación acerca de las bases programáticas y políticas de una alianza con Binner. Para enredar el rompecabezas de Lozano, el MST, una “secta trotskista”, acaba de “romper” con Pino Solanas, para promover una coalición con la Unidad Popular ¿de quién? de Lozano. O sea que Lozano está a punto de consumar una alianza con una “secta trotskista” que sí ‘rompe’, en este caso con Proyecto Sur. No por ello Lozano dejaría de atender a la posibilidad de otra alianza, de él con Binner, que, suponemos, provocaría una ruptura con la ‘secta’ MST. Como vemos, la ‘doctrina’ Lozano sobre las ‘sectas trotskistas’ se limita a justificar una política de trenzas y acomodamientos.

Ahora bien, el grupo político de Lozano se ha caracterizado por saltar de coalición en coalición y de alianza en alianza; jamás se ha presentado como una fuerza independiente, a pesar de tener atrás a la CTA. Con Aníbal Ibarra, con la Alianza, con Proyecto Sur, con Binner, con Juez, este hombre Lozano ha practicado con tenacidad la táctica del disimulo. Estamos, como es obvio, ante un caso de oportunismo crónico, incapaz de desarrollar una identidad política propia. Ocurre que esta incapacidad es lo que define a la secta, que se referencia a sí misma. Y hay sectas ‘sectarias’ y hay sectas oportunistas; lo que tienen en común es que son autorreferenciales -unas en forma ‘ideal’ o fantasiosa, completamente ideologizada, o sea prejuiciosa, la otra en forma ‘material’, procurando acomodarse en el escenario del ventajismo político. En este caso la secta se convierte en camarilla: siempre los mismos rotando de puestos y colocaciones. Lozano-De Gennaro es la marca de un grupo autocentrado, que ha sido incapaz de un desarrollo independiente.

Cuando Binner apoya al venezolano Capriles, es coherente; cuando solicita a Lozano que se mantenga en el FAP, aunque Lozano no apoye a Capriles, también es coherente, y esto porque el jefe de la orquesta del FAP es Binner, no Lozano; Lozano es solamente la comparsa. En Venezuela son numerosos los izquierdistas partidarios de la ‘redistribución de ingresos’ que apoyan a Capriles. Lozano podría ignorar el voto de Binner por Capriles; podría invocar una parva de motivos ‘locales’ infinitamente más importantes, empezando por el compromiso de Binner con el pago riguroso de la deuda externa, a la que Lozano, sin embargo, denuncia como la viga maestra del sometimiento nacional. La cuestión de Capriles es el pretexto de Lozano para no hablar de todo esto. A Lozano le molesta la posibilidad de que Binner se coaligue con la UCR en la Ciudad de Buenos Aires -el único pretexto de Lozano para “romper” con Binner, porque es en este distrito donde se encuentran los candidatos de Lozano-; no le afecta, por el contrario, que Binner gobierne con la UCR y Carrió la provincia de Santa Fe. A Lozano, Santa Fe le importa lo mismo que Venezuela, es decir, un comino. A Lozano le importa un bledo no solamente lo que ocurre en Venezuela; tampoco lo que ocurra fuera de la General Paz, y a lo sumo, un poco la Provincia de Buenos Aires. Lozano podría decir más propiamente: “Si rompiéramos con Binner por la alianza de Binner con la UCR y Carrió, en la provincia de Santa Fe, seríamos una secta trotskista”, sin invocar para nada cuestiones de política internacional, porque así de cortas son sus capacidades y de cerquita tiene los intereses. En nombre de estos, el tipo se acompaña con cualquiera, y en el bloque binnerista, Lozano no le hace asco por ejemplo a la compañía de Eugenia Estenssoro, promotora de la privatización petrolera.

A los ojos de los oportunistas y los arribistas, el enfoque estratégico de la política, que prepara una posibilidad revolucionaria mediante la militancia consistente, se les presenta siempre como el planteo de una secta. Por eso, precisamente, todos los movimientos revolucionarios, sin excepción, desde la remota antigüedad hasta el pasado más cercano, han recibido el calificativo de sectarios. En este caso, el calificativo viene de una camarilla que ha practicado el arribismo, es decir, el ‘realismo’ por excelencia.